sábado, 7 de mayo de 2011

El Mundo Mágico del Epígrafe

Por Silvia Abreu

“El mayor placer de la escritura no es el tema que se trate, sino la música que hacen las palabras

Truman Capote

Una comida, por sencilla que sea, si se presenta de una forma atractiva y con sentido estético sobre la fuente o el plato en que se sirve, despierta nuestro apetito. Esto es así, ya que es vidente que la primera impresión que tenemos de algo o de alguien es decisiva para mantenernos interesados o no. De igual forma, cuanto estamos frente a un texto escrito y este nos ofrece una buena presentación, ya sea porque tiene un titulo interesante, buena portada o lo que es más importante, un buen epígrafe; nos cautiva por completo hasta el punto que no podemos separar nuestra vista de él.

Lo dicho anteriormente, resalta la importancia de los elementos paratextuales, los cuales constituyen la mejor carta de presentación para disfrutar de un texto escrito. Durante el desarrollo de este ensayo, fijaré mi atención en el epígrafe, el cual será el hilo conductor que nos transportará por todo su mundo mágico y cautivador, desde el comienzo hasta el final.

En el diccionario de la lengua española en su vigésima segunda edición, Se define el epígrafe de la siguiente manera:

a. Resumen que suele preceder a cada capítulo en las obras científicas o literarias.

b. Cita o sentencia que se pone al comienzo de una obra o en cada capítulo de la misma.

c. Texto breve debajo de una fotografía o dibujo. Inscripción en piedra, metal. Título, rótulo.


De acuerdo al profesor Bartolo García Molina, El epígrafe, es una cita de otro autor que suele encabezar un texto o cada capítulo de un libro. Es un comentario anticipado de lo que el lector va a leer. También puede ser un concepto de otro autor que justifica y otorga autoridad al escrito. Tiene la misión de proporcionar lo esencial de la información.; pero su objetivo principal es suscitar el interés del lector, invitándolo a degustar la lectura sugerida. Este paratexto, se puede considerar como una especie de aperitivo que nos invita a disfrutar de la lectura, nos sugiere la idea central del discurso escrito y cautiva nuestra atención de tal manera que no nos detenemos hasta leer el resto del texto.

El epígrafe casi siempre es muy breve, preciso y conciso. Esta es una de las características que más me gusta de él. Dice tanto en pocas palabras que llama a la reflexión, pone al lector a pensar. Invita a seguir profundizando e investigando las distintas aristas de un tema determinado.

Dentro de los elementos paratextuales, el epígrafe es uno de los más importantes, pues nunca pasa desapercibido y es raro el lector que no fija su mirada en este pequeño cuerpo tipográfico, que desde mi punto de vista, tiene incalculable valor. Creo que la importancia principal de un epígrafe es la relación que tiene con el texto al que precede; pero lo mágico de él es que no se deja conquistar o seducir tan fácilmente. El lector tiene que descubrir su esencia y la razón de su existencia.

En los medios informativos, es muy apreciado y es uno de los paratexto más leído; no obstante, algunas veces, no son aprovechados adecuadamente para seducir al lector y conducirlo hacia la lectura del texto principal; esto se debe a que la tarea de seleccionar el epígrafe adecuado para un determinado tema, no es una tarea fácil; requiere de mucho esfuerzo y una minuciosa investigación bibliográfica. Aun cuando ya lo hemos seleccionado, muchas veces nos preguntamos. ¿Es el adecuado?

Dentro de las múltiples ventajas que el epígrafe representa para los escritores, cabe resaltar su versatilidad; ya que éste se presta para cualquier tema, área de conocimiento o simplemente para iniciar una clase. Precisamente, cuando me inicié como maestra, al finalizar la Escuela Normal, me acostumbré utilizar frases reflexivas relacionadas con los temas que impartía o simplemente para levantar el ánimo de mis estudiantes; desconociendo al principio, que se trataba de un epígrafe. Luego que empecé a leer los libros del profesor Bartolo García Molina, el cual desde entonces ha sido mi inspiración para la utilización de estos paratextos; los empleo con mayor conciencia.

Si al escribir un texto, seleccionamos correctamente el epígrafe, iniciamos el preludio hacia la conquista y seducción del lector. Lo trasladamos hacia el mundo mágico de la lectura, con pasaje de ida pero no de regreso; provocamos en él sensaciones cargadas de texturas y vívidos colores, producto de las huellas dejadas tras su largo peregrinar hacia el conocimiento.

Los epígrafes que presento a continuación, me sirvieron de estímulo para escribir este ensayo:

"Hazlo. Trabaja duro en ello. Pero hazlo." Tobías Wolff

“La lengua es la sangre del espíritu”… Miguel de Unamuno

“Cada poeta lleva un mensaje que está por encima de las valoraciones críticas”… Andrés Holguín

"Un escritor profesional es un amateur que no se rinde." Richard Bach

"Escribir con sencillez es tan difícil como escribir bien." W. Somerset Maugham

Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber”. Albert Einstein

Finalmente, Espero que de una forma u otra, querido lector, te hayas contagiado con la magia que encierran los epígrafes y te conviertas en el usuario numero uno de ellos. Ya que los mismos son capaces de despertar tu imaginación y enriquecen cualquier escrito que te hayas propuesto desarrollar. Muchos escritores, como yo, lo consideran un magnífico instrumento expresivo y de comunicación para enunciar nuestras ideas, pensamientos y sentimientos; espero que tú también.

Ensayo: El Color de las Palabras

El Color de de las palabras

"Nuestro lenguaje forma nuestras vidas
y hechiza nuestro pensamiento"

Albert Einstein

Cuando me surgió la idea de este ensayo, no sabia de la existencia de una obra literaria que se titula igual “El Color de las Palabras”. Se trata de una novela de la autora Rosa Villada. Lo primero que pensé fue cambiar el título, pero éste me pareció tan sugerente e interesante, que me enamoré perdidamente de él. Entonces me decidí a dejarlo tal y como está y pintar mi composición con mis colores favoritos.

La novela recién descubierta me causó tanta curiosidad que seguí navegando por las azules aguas de sus páginas, hasta darme cuenta de que trata de una joven que tiene la capacidad de percibir colores en las palabras que lee, escribe, habla o escucha, ya que experimenta un fenómeno perceptual neurocognitivo denominado sinestesia. Descubrí entonces que no solo se perciben colores en las palabras en sentido figurado, sino que realmente existe este tipo de apreciaciones en la vida real.

Los sinestésicos relacionan un estimulo específico a un color determinado y no solo perciben ese color, sino que también lo ven escrito. Alicia Callejas y Juan Lupiáñez, en su pagina Web Percepnet, señalan que existen distintos tipos de sinestesia, aunque la más común, y por ello la más estudiada, es aquélla en la que las letras, palabras o números evocan colores. Este tipo de sinestesia se ha denominado color-grafema.

Las palabras pueden pintarse en un momento determinado de una gama de colores muy variados; todo depende de las circunstancias y el estado emocional del que las emite. Cuando una persona esta triste todas las palabras que expresa están coloreadas de tonos grises muy intensos; en cambio cuando está feliz, pinta sus expresiones con los tonos más llamativos y brillantes del círculo cromático: rojo, azul, amarillo, rosa, violeta, verde, naranja...

En una persona optimista y emprendedora, las palabras que brotan de su boca están cargadas de matices verdes intensos que representan la esperanza y la fe en el porvenir. Dos enamorados embellecen con palabras todo lo que ven y todo lo que sienten; se dicen palabras de colores rojos como sus corazones henchidos de felicidad. Cada uno de nosotros imagina esos rasgos, esos entornos según sus propias vivencias y su percepción de la vida.

Albert Einstein señaló: “La locura está en pretender resultados diferentes haciendo y diciendo lo mismo”. Es propicio revisar a cada instante lo que decimos, los matices que colorean nuestras expresiones, las circunstancias y el contexto que lo rodean y sobre todo nuestros sentimientos, si queremos ser mejores personas y hacer felices a los demás.

El fragmento de la prosa de Pablo Neruda “La palabra”, recoge la esencia de lo que éstas significan para nuestras vidas: “Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se escuchan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola… Todo está en la palabra”.

Cuando estamos inmersos en una lectura como la anterior, que desde nuestro punto de vista resulta muy interesante, nuestra imaginación nos traslada a un contexto real que tiene un determinado tono, una luz, una textura, además de las imágenes que nos son sugeridas por las descripciones precisas del autor, su rostro, su silueta, sus manos, en fin, tendemos a representar cada palabra del texto con los colores que evocan nuestro pensamiento y sentimiento, en este caso en sentido figurado, ya que solo algunas personas poseen tal habilidad de forma innata.
Como señalo al inicio, los sinestésicos, son capaces de ver de forma natural distintos colores en las palabras, dependiendo de los estímulos que las provocan. La mayoría de ellos no entienden como las demás personas no tienen esta capacidad. Estas percepciones no se consideran limitaciones o discapacidad para estas personas, por el contrario, es un tipo de inteligencia.

Finalmente, pintemos de colores alegres sugerentes, brillantes Y de hermosos matices, cada palabra que pronunciemos, cada expresión que salga de nuestros labios porque estas pueden ser un aliciente para un ser que sufre. Son tan poderosas las palabras que en un momento determinado pueden ser causa de felicidad o de desgracia, también pueden generar la paz o provocar la guerra entre dos familias o naciones. Una palabra alegre, dicha con los colores adecuados y en el momento oportuno, puede iluminar el día.

Silvia Abreu